Recuerdos gratos e inolvidables

No vayan a creer que les voy a hablar de dos viejas, pero actualmente, son lo suficientemente adultas para reconocer, muertas de la risa, que hace mucho tiempo, cuando ambas eran, como decimos en este país, dos “pipiolitas”, una de ellas, prácticamente se burlaba de mí.

Acontece y viene a ser, que, en el frente de nuestra casa, se mudó una pareja de esposos, que tenían dos niñas encantadoras. No sé si es por mi temperamento, pero realmente, no sé explicar en qué momento ambas penetraron y se adueñaron de nuestro hogar, a tal extremo, que, en ocasiones, Jatnna, la más chiquita, se adueñaba de la cama de nosotros, y mi pobre marido, tenía que irse para la otra habitación, porque ella era quien tenía el control, era la jefa.

Fueron tiempos muy felices, siempre nos llevamos muy bien, y cuando ellos tenían que hacer alguna diligencia, y estábamos en la casa, éramos una especie de “nana”, para esas dos princesas, a quienes adorábamos.

Lamentablemente, se fueron del país, y luego de haber transcurrido más años que “Matusalén”, la más grande de las dos, Jennifer, nos escribe por Facebook, que Jatnna, cuando se quedaba conmigo, me decía en incontables ocasiones que quería ir al baño, pero lo que hacía, era robarse el azúcar, en una azucarera de aluminio que aún tenemos.

Cuando leí esa confesión, me dio un ataque de risa incontenible, pero el colmo de la desfachatez, es que Jatnna comentó, que, si la cafetera aún está viva, se la guardé como herencia.

Me encantó ese testimonio, pero hoy, con todo mi corazón, les digo que salieron del país, pero que, de nuestros corazones, no han salido, ni saldrán nunca.

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

*La autora es psicóloga clínica

Comparte esta noticia en tus redes sociales: