El tapón de Darién y los flujos migratorios en América

En este momento, miles de personas están cruzando por tierra, por mar o por aire alguna frontera, dejando atrás su lugar de origen para salir en busca de mejores oportunidades, escapar de la crisis de sus países o la violencia, hoy estamos ante nuevos patrones migratorios que obedecen, principalmente, a las desigualdades en el desarrollo económico entre las naciones y la falta de oportunidades, lo que constituye un desafío tanto para gobiernos como para la ciudadanía.

Las manifestaciones recientes de nuevas olas migratorias internas y externas producen grandes aportes para los países de destino, pero también traen consigo algunos retos que hay que afrontar.

Por un lado, la migración favorece el desarrollo, genera válvulas de escape al desempleo y producen las remesas familiares que se han convertido en un papel importante en las economías de América Latina y, por otro lado, también contribuye a   frenarlo porque los países pierden en muchos casos personas de alta calificación, capital humano y social relevante.

El desafío para muchos, especialmente en Centroamérica, es la recepción de migrantes irregulares que buscan llegar a Estados Unidos, los movimientos migratorios hacia los Estados Unidos han sido parte de la proyección propagandística del «Sueño Americano», por lo que buscando oportunidades y resolver problemas económicos han partido hacia el país del Norte, en grandes caravanas o por cualquier otra vía, que les permita obtener el sustento familiar.

La migración Centroamericana ha sido estimulada por varios factores internos como , la falta de desarrollo económico, la inestabilidad socio política, las guerras civiles, los desastres naturales, violación a los derechos humanos y la violencia doméstica, los cambios políticos de los años 1950 al 1970 en la región provocaron el éxodo masivo de guatemaltecos y salvadoreños, con la agudización de las guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua (1970-1990); se produce una verdadera diáspora de centroamericanos en los Estados Unidos.

Las estadísticas aproximadas indican que viven en los Estados Unidos 1 millón de guatemaltecos, 1.2 millones de salvadoreños, 400,000 hondureños y 400,000 nicaragüenses, se estima que estos flujos migratorios seguirán en aumento en tanto los países más afectados no terminen la fase de reconstrucción y estabilidad económica, social y política correspondiente.

Por otra parte, en América del Sur, tenemos los casos de Argentina, donde el 4,6 por ciento de la población es extranjera, y que ha visto crecer en los últimos tiempos la llegada de chinos, dominicanos, africanos, entre otros.

En Brasil, la antigua tendencia de recepción de españoles y japoneses ha sido superada por el alza que se registra en los últimos cinco años en la llegada de bolivianos. También crece la inmigración de haitianos.

Empujados por el conflicto armado, miles de colombianos se vieron obligados a abandonar su tierra.

Estos fuertes flujos migratorios se han visto agravados por las caravanas de migrantes centroamericanos, estas caravanas han surgido de una convocatoria que normalmente se hace en redes sociales, donde se llama a las personas migrantes a movilizarse en grupo para llegar a Estados Unidos, usualmente a través de México, estas caravanas son una modalidad de migración que se realiza vía terrestre y en grupos significativos.

Las caravanas de migrantes en el Norte de Centroamérica han ido desarrollándose a lo largo de los años, pero han cobrado mayor relevancia tanto por su número como por la frecuencia a partir de octubre de 2018, cuando surgió, la primera caravana, cuando un numeroso grupo de migrantes se reunió en la terminal de autobuses de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras y una de las más violentas del mundo.

A esto se suma ahora el uso como paso irregular de migrantes del tapón de Darién, zona selvática altamente peligrosa, que separa a Colombia de Panamá, esta jungla se convirtió en una ruta propicia de grupos armados para el envío de drogas a Centroamérica que tienen como destino Estados Unidos. Esta selva de 575.000 hectáreas que no cuenta con vías de comunicación representa una trampa mortal para aquellos que buscan su camino a Estados Unidos.

Decididos a lograr sus propósitos de llegar a la gran nación del norte, cada año miles de migrantes cruzan la densa selva que divide a América del Sur con América Central, conocida como el Tapón del Darién, selva tropical llena de peligrosos animales y extremas condiciones climáticas, además de bandas criminales y paramilitares.

Cubanos, haitianos, venezolanos, africanos e incluso asiáticos y otras nacionalidades transitan por Colombia hasta la frontera con Panamá para seguir su viaje hacia Estados Unidos, tan solo en este año más de 49,000 migrantes han cruzado la frontera entre Colombia y Panamá, la misma cantidad que lo ha hecho en los últimos cuatro años juntos, huyendo de la crisis generada por el Covid-19, la pobreza, la desigualdad y la violencia en sus países de origen.

Esta situación amenaza con desbordar los centros de atención que las autoridades panameñas han instalado para brindar atención a los migrantes tras su paso por la inhóspita y peligrosa selva del Darién, convertida en un auténtico corredor para la migración irregular, esto ha preocupado a los gobiernos de Colombia y Panamá, los que se reunieron y optaron por limitar el número de migrantes irregulares que, azotados por la pandemia, buscan cruzar la difícil selva fronteriza del Darién en su ruta hacia Estados Unidos.

Asimismo se realizó un encuentro virtual en el que participaron, la vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez; los cancilleres de Costa Rica, Rodolfo Solano; de Brasil, Carlos Franca; de Ecuador, Mauricio Montalvo; de Chile, Andrés Allamand, de México, Marcelo Ebrard, el ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá, Marco Mendicino; el vicecanciller de Perú, Luis Enrique Chávez y la subsecretaria de Seguridad Civil, Democracia y Derechos Humanos de Estados Unidos, Uzra Zeya.

Desde hace varias semanas, miles de migrantes, entre ellos menores de edad y mujeres embarazadas, aguardan en el puerto colombiano de Necoclí embarcaciones que los lleven hasta la frontera con Panamá para atravesar el Darién, tras cruzar la selva, los migrantes son atendidos en campamentos instalados por el gobierno panameño, que les brinda atención y ayuda humanitaria junto a la ONU y otras organizaciones internacionales.

Tanto en la reunión de los cancilleres de Colombia, Marta Lucía Ramírez y de Panamá Érika Mouynes, como la reunión virtual en la que participaron 10 países de la región, son una forma para visibilizar el problema y anticiparse a lo que podría ser una crisis migratoria y humanitaria de gran envergadura, la que con el paso de los días se ha venido agudizando, según datos oficiales en la última década más de 140.000 migrantes irregulares cruzaron el Darién. Aunque la pandemia del covid-19 redujo al mínimo el tránsito por esta ruta, en 2021 se ha vuelto a disparar de manera progresiva.

Esta situación hace que los migrantes sean altamente vulnerables, por lo peligroso de la ruta y de los peligros a que se exponen, es importante que se desarrollen políticas de migración justas que permitan una adecuada organización del flujo migratorio, de modo que el mismo sea controlado, rápido y seguro, propiciando un trato digno dirigido a la protección de los derechos de los migrantes.

Por Luis Fernández
*El autor es político y comunicador

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