Una tarde poética e inolvidable

Era la tarde del domingo 25 de febrero, del año que transcurre, llegando al final de una semana, que, a nivel personal, estuvo matizada por una carga de stress tan intensa, que el Diablo casi logra su propósito, permitiéndole a la rabia tomar el control, haciéndome pensar que soy perfecta, y la que siempre tiene la razón. ¿Quién te dijo eso, Epifania, quién eres tú para pensar de ese modo?

Como las cosas de la vida son así, desde hace varios días, mi marido y yo teníamos planeado juntarnos con Medar, un poeta exquisito, con una trayectoria literaria envidiable, hijo de Medardo de la Cruz, un entrañable e inolvidable amigo, ya fallecido, que jugó un papel tan importante en nuestras vidas, que su espacio jamás ha podido ser llenado por nadie. Realmente, siempre estará vivo en nuestras mentes.

Jamás imaginé que en nuestra bella casita se llevaría a cabo una tertulia donde la protagonista principal fuera la poesía. Medar, llegó acompañado de Rebeca, su bella, sencilla y culta esposa; de David Pérez, también poeta, y como figura estelar de la noche, mi marido, poeta natural, un cerebro repleto de vastos conocimientos, razón por la cual siempre le digo que es una enciclopedia ambulante.

Empezamos la noche descorchando un buen vino, “Gonzalo de Berceo”, acompañado de una exquisita picadera. Como prefiero la cerveza, compartí disfrutando una de mi preferencia, pues siempre trato de ser auténtica y el sabor de la bebida, no me cautivó.

Confieso, con la mano derecha puesta sobre mi pecho, que, gracias a esa visita, tuve la oportunidad de conocer sobre la vida de ese gran poeta.

Mientras disfrutábamos el encuentro, salió a relucir el nombre de Leonel Fernández, ya que mi marido y él se conocieron en el ya desaparecido colegio Cristóbal Colón. Fernández estudiaba allí, y en una ocasión en que faltó un profesor, el director del colegio, Luis Encarnación Nolasco, le pidió a mi compañero de vida, que lo sustituyera, tocándole así el privilegio de tener como alumno, por un día, a un cerebro tan brillante. No creo que nuestro país pueda tener el privilegio de ser dirigido por otro mandatario con condiciones intelectuales tan excepcionales como las del expresidente Leonel Fernández.

Más tarde, pasó de ser un simple alumno a dar clases en esa institución educativa. Residía en el sector de Villa Juana, y al finalizar la jornada, él y mi esposo regresaban a pie, a sus respectivas casas.

Hubo una anécdota que me impresionó bastante, tanto, que en la noche no pude dormir, y es que mi marido narró que en una ocasión, el director del colegio le preguntó si podía llevarle un mensaje a Leonel, a su casa, y él, con todo el gusto, accedió. Cuando llegó, lo encontró recostado en un sofá, leyendo, nada más y nada menos que el diccionario Larousse. ¡Increíble!

Antes de finalizar el maravilloso encuentro, sucedió algo, que para otra persona pudiera ser considerado como algo fortuito, pero para mí, fue un mensaje para que baje la guardia frente a algunas situaciones personales, en las cuales me he creído ser la protagonista de la película.

Mientras procedía a sentarme en un sillón giratorio, éste se rodó, cayendo todo el peso de mi cuerpo sentado en el suelo. No pasó nada lamentable, pero lo tomé como un mensaje, para que aterrice y entienda, que vine al mundo y lo dejaré tal y como lo encontré, y no soy la persona indicada para cambiarlo.

¡Inolvidable tertulia, excelentes resultados!

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

Comparte esta noticia en tus redes sociales: