Mientras una pareja de esposos, en un populoso barrio capitalino, veían una emocionante telenovela turca, pasaron una escena romántica a orillas del mar, en Estambul. El marido, extasiado ante tanta belleza, le expresó a su esposa cuanto le gustaría que ambos se fueran a vivir a ese país.
La esposa, tomó el control del televisor, lo puso en mute y, mirándolo fijamente, como si no pudiese dar crédito a sus oídos, le dijo:
“Creo que los años te están volviendo loco, o quizás algún medicamento te está haciendo daño”.
Solo me gustaría que me dijeras si en ese lugar vamos a ver algunas cosas insólitas, como las que solo podemos en los barrios de nuestro país. Mercados improvisados en las aceras, mientras los transeúntes se ven precisados a caminar por las calles, por ejemplo:
– Venta de yaniqueques, empanadas, frituras, arepas, chicharrones y, por si fuera poco, habichuelas “blanditas.”
– Personas que, al mediodía, sacan sus vitrinas, y en plena acera, venden todo tipo de comida.
– Lavadero de carros.
– Alguien que pone un negocio, para el cual necesita varios vehículos, y utiliza la parte frontal de las casas de todos los vecinos como parqueo.
– Alguien que vive en una pequeña casucha sin baño, y todos los días por la mañana, saca una cubeta llena de agua, y en plena acera, se estriega todas las partes de su cuerpo, sin importarle quién lo esté mirando.
El esposo quedó en silencio unos minutos, pensativo, finalmente, ambos llegaron a la conclusión de que ni en Estambul, y posiblemente, en ningún otro país del mundo, se pueden ver cosas tan insólitas, como las que se ven en los barrios de la República Dominicana. Sin que, aparentemente, esto despierte el interés de alguna autoridad competente, para evitar que esto suceda. ¡Qué pena!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)