Guardar las cosas tristes

Es casi una costumbre en los seres humanos, durante las fechas festivas, traer al escenario los recuerdos tristes, y dañar el momento. No siempre se pueden controlar las emociones, y es humano recordar cosas que estuvieron antes y ya no.

Gracias a Dios y a las técnicas aprendidas durante mis estudios de psicología, con muchos días de anticipación, empecé a trabajarme algo que pudo dañarnos, tanto a mi marido como a mí, la celebración navideña.

Ese algo tiene un nombre: Medardo, amigo, hermano, compadre, un ser humano excepcional, que llegó a nuestras vidas para quedarse de manera permanente, aunque, físicamente, partió a otra dimensión.

Siempre, para las festividades navideñas, una especial canasta era la primera en llegar a nuestra casa, tan fina y exquisita como él.

 Ha pasado mucho tiempo desde su viaje de ida, y en días pasados, me encontré con la última que recibimos de él, la cual aún conservo. La tristeza se apoderó de mí, pero en el acto, decidí “autoterapearme”.

A renglón seguido, la coloqué en un lugar visible en vez de esconderla, pues, ocultarla no resuelve nada, solo empeora la situación.

Repetí esta técnica en varias ocasiones, diciéndome que no lo voy a recordar con tristeza, porque él y ella, eran enemigos, y pude lograr que espiritualmente compartiera un vino con nosotros, como en aquellos tiempos de bohemia que nunca saldrán de nuestros corazones.

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

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