El alza precipitada de la tasa del dólar en la República Dominicana, no es un simple movimiento de mercado: es una sacudida que amenaza con arrastrar a la ruina a productores, empresas y, en última instancia, a cada familia dominicana.
Las industrias que dependen de materia prima importada, que en nuestro país son la mayoría, están viendo cómo sus costos se disparan de un día para otro. Esa presión terminará trasladándose a los consumidores, quienes ya sienten en carne propia la escalada de precios en los artículos de la canasta básica.
El dominicano común empieza a cambiar sus hábitos de consumo: volver a cocinar con manteca, recurrir al “cocote y la pata” como sustitutos de carnes más costosas, o preparar jugos de sobrecitos en lugar de frutas naturales. No se trata de nostalgia gastronómica, sino de pura necesidad.
El dólar, además de ser una moneda extranjera, es uno de los componentes de la estabilidad económica interna. Cuando se mueve como lo está haciendo ahora, en una turbulencia casi incontrolable, genera desconfianza, frena inversiones y abre un espacio de incertidumbre que el pueblo paga con sacrificio.
La pregunta es: ¿hasta cuándo puede resistir la economía dominicana esta presión? Un dólar inestable no solo encarece la vida; mina la competitividad, empuja a la informalidad y amenaza con desmantelar la clase media que tanto ha costado construir.
El año 2025, se caracteriza por presiones sobre el peso, menor crecimiento económico, con un cierre proyectado por debajo del 3%, frente al promedio de 5% de las últimas décadas, inflación por encima de lo esperado y caída en sectores clave como la construcción y otros.
Una depreciación del peso significa que se necesita más moneda local para comprar la misma cantidad de dólares. Como resultado, los productos importados como alimentos, combustibles, materias primas y tecnologías, suben de precio. Esto afecta directamente la inflación y el costo de la canasta básica, reduciendo el poder adquisitivo de las familias dominicanas.
Es responsabilidad de las autoridades económicas actuar con firmeza y claridad. La población necesita señales de confianza, políticas monetarias y fiscales coherentes y, sobre todo, medidas que contengan los efectos inmediatos en la comida del pueblo.
Porque si dejamos que el dólar se desboque, lo que hoy se traduce en “cocote, pata y sobrecitos”, mañana podría ser hambre y desesperanza. Tenemos que estar preparado para lo peor.
Por Luis Ramón López