Seis meses han transcurrido desde la madrugada del 8 de abril de 2025, cuando el techo de la discoteca Jet Set, ubicada en la avenida Independencia, colapsó durante una presentación en vivo del merenguero Rubby Pérez. Lo que comenzó como una noche de música, baile y celebración, se transformó en una de las mayores tragedias civiles del país.
El brutal choque de los hechos de esa madrugada, aproximadamente entre 510 y 515 personas, se encontraban en el recinto, según estimaciones del propietario, Antonio Espaillat.
Las cifras oficiales reportan 236 fallecidos y más de 180 heridos. Entre los fallecidos se encontraban figuras reconocidas: Rubby Pérez, Octavio Dotel, Martín Polanco, Nelsy Cruz, la gobernadora de Montecristi, entre otros.
El tiempo no ha sido suficiente para sanar las heridas. Familias de las víctimas aún realizan homenajes periódicos frente al edificio colapsado, con imágenes, velas, flores y recuerdos.
El Estado enfrenta exigencias de justicia. Hasta ahora, los dueños de Jet Set fueron detenidos, pero quedaron en libertad bajo fianza mientras procesan cargos como homicidio involuntario. Muchas de las preguntas sobre fallas estructurales, permisos, inspecciones previas y responsabilidad aún no tienen respuestas claras.
Hay quienes denuncian negligencia en la supervisión: se ha señalado que el techo soportaba cargas significativas, como unidades de aire acondicionado y tanques de agua, que nunca se realizó una evaluación estructural adecuada, y que las advertencias de deterioro fueron ignoradas.
El dolor se perpetúa en los rostros de padres que perdieron hijos, parejas que quedaron solas, menores huérfanos, sobrevivientes que enfrentan secuelas físicas y psíquicas.
Testimonios como el de Carwin Javier Molleja, quien junto a su madre vivió de cerca el colapso, describen en detalles la experiencia traumática: el sonido del techo que se vino abajo, los gritos, la desesperación.
El equipo laboral del club también fue golpeado: camareros, personal de seguridad, quienes veían ese espacio como su segundo hogar, muchos con años de servicio, quedaron atrapados en los escombros o fallecieron cumpliendo su labor. Las pérdidas trascienden estadísticas; son personas, nombres, historias que quedarán marcadas para siempre.
Aunque ha habido avances formales, detención de los administradores, apertura de investigaciones, solicitudes de informes técnicos, la sensación ciudadana es que la justicia no ha respondido con la celeridad ni la contundencia que exige un crimen social de tal magnitud.
El Ministerio Público, ha alegado «falla estructural significativa» y alteraciones en la estructura, pero muchos familiares denuncian opacidad, lentitud, falta de comunicación clara y la percepción de impunidad
Seis meses después, la tragedia del Jet Set ha dejado lecciones dolorosas sobre la importancia de la seguridad estructural, la vigilancia estatal efectiva, el cumplimiento de normas, la responsabilidad social empresarial y la transparencia.
Las demandas de la sociedad son claras: que se investigue hasta el fondo, que haya sanciones para quienes fallaron, que las víctimas reciban apoyo integral, psicológico, económico, social y que este horror no se repita.
El país clama por memoria, pero también por acciones concretas: revisión de normas de construcción, controles municipales, certificaciones obligatorias, auditorías técnicas regulares.
Hasta que esas respuestas lleguen, el recuerdo no se irá. Y el dolor seguirá siendo un llamado a la justicia.
Por Luis Ramón López