Las obreras y el Plan Social

La actual administración del Estado, ya en su segundo periodo, tan preocupados por las Instituciones y su sentido de ser y existir, deberían adecuar y replantear la continuación del Plan de Asistencia Social adscrito a la Presidencia de la República

Esta creación del Estado Dominicano llamado plan de asistencia social de la presidencia, al cual todos los años se destinan miles de millones de pesos en raciones de alimentos no cocidos para personas de extrema pobreza o en situaciones de vulnerabilidad, en desastre naturales, y sobre todo en tiempos de campaña electoral, por muchas razones esta institución debe ser repensada.

La asistencia social en nuestro país se circunscribe a momentos de desastres por fenómenos naturales o, a periodos de campañas electorales. En la actualidad, está la tarjeta “supérate”, con 1,650 pesos mensuales por familia, que antes era “solidaridad” con 5 mil por familia, y el famoso “Plan social” de la Presidencia, que inicialmente, fue obra del extinto presidente Joaquín Balaguer.

Esta Institución debe ser intervenida, también por la mala planificación y desordenada administración de sus recursos y porque su razón de existir se distorsiona hacia el uso de recursos del Estado en tiempos de campaña y en tiempos de no campaña. Más que a los pobres beneficia crecidamente a senadores, diputados, alcaldes y demás políticos del patio.

Otra de las razones debiera ser, el maltrato a que son sometidos sus empleados, sobre todo las obreras que utilizan en las naves de despacho y empaque de alimentos, sometidas en muchas ocasiones, a jornadas de más de 12 horas de trabajos forzados, sin ningún tipo de condiciones, con sofocante calor y todo el tiempo paradas, sin poder descansar. 

En su mayoría son mujeres jóvenes, con poca o ninguna educación escolar que, en muchas ocasiones, tienen que compartir turnos nocturnos de 12 horas y más con su sexo opuesto, con todo lo funesto y peligroso que moralmente puede representar esto, sobre todo para las mujeres más jóvenes.

El insano ambiente en que se desenvuelven estas jornadas, provoca desmayos, pleitos entre las obreras y obreros, accidentes laborales, incluso tan extrema situaciones acumuladas ya han provocado la muerte de algunas de ellas, con más de un caso por año.

Los supervisores, en complicidad con los encargados de las áreas de empaque, despacho y suministro, extienden el tiempo de la jornada laboral a su antojo. Roban el tiempo de este personal fuera del horario establecido. Maniobran con los obreros y obreras como cartas en un juego de naipes o como si fueran su servidumbre personal.

De una nómina de más de 200 obreras y obreros, sólo en las áreas de empaque y despacho, apenas un 30 por ciento de ellas es personal con nombramiento, con derecho a seguro médico, pago de horas extras, bonos, regalía para navidad y otros beneficios. El personal jornalero que es la mayoría no goza de esos derechos y se le niega también el derecho a tener vacaciones, a pesar de llevar varios años en esa condición.

Le pagan un misero salario mínimo, con cheques de una nómina que es elaborada y manejada internamente por personal de la misma institución. La discriminación y el maltrato a estas mujeres, seguramente por ser pobres y poco instruidas, que desconocen completamente sus derechos laborales, sin dudas es una situación inaceptable. Lo justo es que reciban la misma paga y beneficios por igual trabajo, sin exceder las 44 horas semanales.

 Increíble es que, etapas que creíamos superadas como estas sucedan y nadie en el gobierno ni en el Ministerio de Trabajo se den por enterados. En fin, por estas y otras razones, esta institución no debe seguir siendo manipuladas y sus fines distorsionados en tiempos de campaña y no campaña electoral.

Aspiro a que esta denuncia llame la atención a los defensores de derechos humanos, los sindicalistas, los inspectores del Ministerios de Trabajo y hasta de la misma vicepresidenta que, en su condición de mujer y en su posición de poder, salga en defensa de los derechos de estas obreras y decenas de miles como ellas y ellos, abusados en fábricas y zonas francas, al igual que son abusadas las enfermeras en los hospitales de nuestro país.

Por Ebert Gómez Guillermo

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