La Barrick Gold en África y República Dominicana

 Entre la riqueza del oro y la pobreza del suelo

En las profundidades del continente africano, donde el oro ha brillado por siglos, una de las corporaciones más poderosas del mundo extiende su influencia: Barrick Gold Corporation.

Con operaciones en Tanzania, Mali y, sobre todo, en la República Democrática del Congo, esta multinacional canadiense ha marcado un antes y un después en la minería aurífera africana.

Sin embargo, su legado va más allá de los lingotes y las ganancias. Allí donde Barrick extrae oro, también se extraen historias de desigualdad, tensiones sociales y lucha por la justicia ambiental.

Fundada en 1983 en Canadá, Barrick Gold Corporation es una de las mayores productoras de oro del planeta. En África, su presencia se consolidó especialmente a partir de la década del 2000, con una estrategia agresiva de expansión y adquisiciones.

En Tanzania, Barrick opera a través de Twiga Minerals Corporation, una empresa conjunta con el gobierno. En Mali, participa en minas de oro en asociación con otras multinacionales. Pero es en la República Democrática del Congo (RDC) donde se encuentra su joya de la corona: la mina de Kibali.

Kibali la mina de oro más grande de África

Ubicada en el remoto noreste de la RDC, Kibali Goldmine SA es operada por Barrick en colaboración con AngloGold Ashanti y la paraestatal Société Minière de Kilo-Moto (SOKIMO). Se estima que Kibali produjo más de 800,000 onzas de oro en 2023, consolidándose como la mina más grande del continente africano.

Barrick presume de que Kibali es un modelo de eficiencia tecnológica y minería responsable, con modernas instalaciones subterráneas, sistemas de energía hidroeléctrica y miles de empleos generados. No obstante, la otra cara de la moneda cuenta una historia distinta.

Los desplazamientos forzosos y conflicto con comunidades locales son notorios en comunidades indígenas desde donde se reportan haber sido desplazadas sin consulta previa ni compensación justa. Según Human Rights Watch, aldeas cercanas a Kibali han sido desalojadas para dar paso a infraestructura minera, lo que ha provocado pérdida de tierras agrícolas y modos de vida ancestrales.

Poca redistribución de la riqueza

A pesar de las millonarias ganancias de Barrick, la región sigue siendo una de las más pobres de la RDC. La mayoría de los ingresos van a las casas matrices y a las élites políticas. Expertos denuncian que los contratos firmados históricamente han favorecido a las multinacionales en detrimento del Estado congolés.

Organizaciones sindicales y ONGs han reportado condiciones de trabajo precarias, con bajos salarios, largas jornadas y accidentes recurrentes. En 2022, una explosión en una galería subterránea dejó al menos tres mineros muertos. Barrick lo calificó como «incidente menor» en sus informes anuales.

En Tanzania, Barrick ha mantenido una relación tensa con el Estado. En 2017, el gobierno acusó a su filial Acacia Mining de evasión fiscal y daño ambiental. Tras una fuerte disputa legal y la suspensión de exportaciones, Barrick acordó pagar 300 millones de dólares y reorganizó su operación en sociedad con el gobierno.

Estos conflictos muestran un patrón de relaciones desiguales: las empresas extraen recursos millonarios mientras los Estados luchan por obtener un porcentaje justo.

Barrick insiste en su política de “minería responsable”, apuntando a inversiones en educación, salud y proyectos comunitarios. En Kibali, ha construido escuelas y clínicas, y asegura que el 94% de su personal es congolés.

Pero críticos sostienen que estas iniciativas, aunque positivas, son paliativos simbólicos frente al profundo desequilibrio estructural de los beneficios. «El desarrollo no se mide por una escuela pintada de amarillo, sino por comunidades empoderadas», afirma la socióloga congoleña Mireille Kalonji.

La Barrick Gold en la República Dominicana

Algo muy similar podría estar sucediendo en la República Dominicana con la operación minera de Barrick Gold, particularmente a través de su filial Barrick Pueblo Viejo, ubicada en la provincia Sánchez Ramírez.

Aunque el contexto social, económico y político difiere del africano, hay paralelismos preocupantes en términos de impacto ambiental, conflicto con comunidades, distribución de beneficios y transparencia.

En África, en países como la RDC o Tanzania, Barrick ha sido acusada de generar enormes ganancias sin redistribuir adecuadamente la riqueza en las comunidades locales ni en el erario nacional.

En la República Dominicana, Barrick Pueblo Viejo, es una de las minas de oro más rentables del mundo. Sin embargo, ha habido constantes críticas sobre el bajo porcentaje que recibe el Estado dominicano en comparación con los beneficios de la empresa.

Organizaciones sociales y expertos han denunciado que el contrato original es altamente favorable para la minera, algo que el propio gobierno ha reconocido y renegociado parcialmente.

En África, se han documentado casos de contaminación de ríos, destrucción de ecosistemas y afectaciones a la salud de las poblaciones cercanas a las minas operadas por Barrick.

En República Dominicana, en la zona de Cotuí y sus alrededores se han reportado altos niveles de contaminación en cuerpos de agua, como el río Margajita, lo que ha generado alarma por el uso de cianuro y otros químicos peligrosos. Pobladores también han denunciado malos olores, afectaciones respiratorias y destrucción de tierras cultivables.

En África, existen múltiples testimonios de desplazamientos forzados, violencia y represión de protestas por parte de compañías de seguridad privada.

Aquí en el país, aunque no ha habido desplazamientos masivos, existen tensiones con comunidades que se sienten marginadas del desarrollo minero. Hay quejas sobre el incumplimiento de promesas de desarrollo social, y se han producido protestas comunitarias por el temor a la expansión de la mina hacia zonas agrícolas y protegidas.

En el país africano, la Barrick Gold, ha invertido en proyectos comunitarios, pero estos suelen ser insuficientes frente a los enormes ingresos extraídos del suelo africano.

En la República Dominicana la empresa minera ha invertido en algunas infraestructuras, educación y salud, pero no ha logrado revertir los índices de pobreza en zonas cercanas a la mina. Muchos consideran que estos aportes son cosméticos o utilizados con fines de relaciones públicas, sin transformar la economía local de manera estructural.

Lo que sucede en África no es tan distinto a lo que podría estar ocurriendo en la República Dominicana. El caso de Barrick Gold en ambos continentes pone en evidencia un modelo económico extractivista donde las ganancias se concentran en las multinacionales y los costos recaen en las comunidades.

La pregunta central que queda en el aire es: ¿Vale la pena el oro, si lo que queda es pobreza, contaminación y despojo?

Por Luis Ramón López

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