No es traición soñar un poco

Anhelo vivir en un mundo mágico, donde puedan existir todas las utopías y todos los sueños en los que siempre hemos creídos. Esos sueños y utopías que han podido hacer reales y palpables tantas cosas que creíamos invisibles e intangibles, como Dios o el infierno.

Los sueños, en todo lo ancho de su significado, oxigeno sin el cual es imposible la vida de tantos. Son los deseos y la fuerza de perseguir esos sueños lo que ha hecho posible, para muchos, salvar eso que llamamos alma.

Un mundo mágico donde no exista el dolor ni las enfermedades, ni las dobles realidades, ni el hambre, las injusticias o la doble moral. Allí he soñado estar y siento esa paz, tanto amor y ternura, todas puras y sin maldad, como puertas y ventanas abiertas a la esperanza.

Como una historia de amor, parecido al legado dejado por Jesús. Un mundo mágico donde no existan los imperios ni los dictadores, ni Wall Street ni la Escuela de Chicago. Dónde los imposibles puedan ser, el poder y la ambición no cuenten y el sol nunca se oculte.

Un mundo donde no existan las guerras, ni las armas nucleares, ni los guetos, las discriminaciones o el odio. Aquí nuestros propósitos son reales, esa misión para la cual venimos a este mundo, es entonces posible.

Seremos otros, sin prejuicios ni apego a lo material, como no sea una caricia o un beso. Allí no serán necesarias las fronteras ni las mentiras.

Quisiera estar en ese mundo mágico, donde no existan el tiempo, ni el reloj, ni los días, ni los mapas, donde todo es inalterable, cómo la felicidad que sentimos al estar ahí.

En esta creación de mi imaginación, no existen las ruinar, monumentos del pasado que tampoco existe, no tiene lugar en este universo, sólo un rayo de luz como el milagro que es la vida.

Quiero vivir en ese un mundo mágico, donde pueda amar sin límites, a quien quiera, lo que quiera, sin ataduras ni egoísmos, sin prejuicios ni bajezas. Un mundo donde pueda hacer las cosas que quiera y me gusten, sin tiempos ni horarios, sin letanías, ni miedos, en libertad, pura y total, allí quiero ir y quedarme por siempre… 

Por Ebert Gómez Guillermo

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