Semana Santa no es para llorar después

La Semana Santa llega cada año como una pausa bendita en medio del corre-corre cotidiano. Es tiempo de reflexión, de recogimiento, de estar con la familia o simplemente descansar. Pero también es una época en la que, lamentablemente, muchos terminan viviendo tragedias que pudieron evitarse con un poco de juicio, con un poco de sentido común.

Por eso hoy, sin rodeos, y tomando en cuenta que estamos de luto por la tragedia del Jet Set, hago un llamado a toda la ciudadanía a que seamos comedidos. No pongamos en riesgo nuestras vidas ni la de los demás por la emoción de un viaje, una bebida de más o un acto de imprudencia. Hay quienes confunden descanso con descontrol, y al final lo que era descanso termina en luto.

Cada año, las estadísticas hablan por sí solas. Solo en el asueto de Semana Santa del año pasado se reportaron más de 30 muertes por accidentes de tránsito, ahogamientos y otras causas prevenibles, sin contar los cientos de heridos. Y lo más triste es que no son solo cifras, son personas. Padres, hijos, hermanos… vidas que se apagan por decisiones mal tomadas.

Sabemos que erradicar estas tragedias por completo puede parecer un ideal difícil, pero sí podemos reducirlas al mínimo posible. ¿Cómo? Con algo tan sencillo como sentido común: si vas a manejar, no tomes. Si vas a un río o una playa, cuida a los tuyos. Si te quedas en casa, que sea también un espacio de paz y reflexión.

La Semana Mayor puede ser una oportunidad para reconectar con lo que de verdad importa, para bajar el ritmo, para agradecer. Pero también puede ser una desgracia si no actuamos con cabeza.

No esperemos a que nos pase cerca para entenderlo. Que este asueto no se convierta en una lista más de víctimas. Que esta vez podamos decir, con orgullo, que fuimos sensatos, que bajamos los números y que elegimos la vida.

Por nosotros, por los nuestros, por el país.

Por Daniel Rodríguez González

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