No vayan a pensar que estoy ante un juez, o ante un sacerdote reafirmando mi vínculo matrimonial, no, no se trata de eso, simplemente son una serie de deficiencias o descuidos que tengo, que son muy cuestionados por algunas personas, pero que a mí me dejan igualita. Soy auténtica hasta el final de mis días. He aquí algunos ejemplos:
-Nunca me ha interesado ni me interesa aprender a conducir.
-Me enferma quedarme callada, cuando debo decir la verdad.
-De la biblia sólo he leído los salmos 23,35 y el 91. Para algunos creyentes esto es el final del mundo.
-Nunca he entendido los puntos cardinales, y cuando alguien empieza a hablarme de las regiones del país, simplemente le digo que nunca aprendí geografía, me la ´´embotellaba´´ para salir del paso.
-No me gusta el vino seco, lo prefiero dulce, siempre creo que hay muchas personas que dicen que le gusta por privar en finas, yo me lo encuentro malísimo y me pregunto: para qué aparentar?
-Nunca aprendí a rezar el rosario, siempre todas esas bolitas o cuencas hacían que yo me cansara.
Finalmente, nunca me enseñaron a ir a misa todos los domingos, y pienso que si no aprendí cuando niña, ahora que estoy con una edad tan avanzada, es más que imposible, especialmente viendo a algunas personas que hacen tantas cosas malas utilizando el nombre de Dios como estandarte.
De modo, que no creo necesario hacer cambios tan dramáticos, ya que aprendí en mis estudios de psicología que las cosas que hay que cambiar son las que afectan a otros… ¿A quiénes les afectan estas fallas mías?
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)