Abril en la memoria dominicana

En la República Dominicana, abril no es solo un mes; es un recordatorio incómodo de la traición a la democracia y al pueblo. En 1965, fue la dignidad constitucionalista la que se alzó con esperanza. En 1984, fue el hambre la que gritó en las calles. En ambos casos, la respuesta del poder fue la misma: represión, olvido y silencio.

El mes de abril ocupa un lugar especial y profundamente simbólico en la historia contemporánea de la República Dominicana. Dos fechas, separadas por casi dos décadas, marcaron momentos de lucha, esperanza y tragedia: la Gesta de Abril de 1965 y los fatales acontecimientos del 24 de abril de 1984. Hoy, en medio de nuevos retos, vale la pena reflexionar sobre el legado de aquellos días y su resonancia en la actualidad.

El 24 de abril de 1965 estalló una insurrección cívico-militar que buscaba restablecer el gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, derrocado en 1963 por un golpe militar.

 Lo que comenzó como un levantamiento por parte de jóvenes militares constitucionalistas rápidamente se transformó en un movimiento popular masivo que exigía el retorno a la legalidad democrática.

Durante varios días, la ciudad de Santo Domingo fue el epicentro de una lucha intensa entre constitucionalistas y fuerzas leales al gobierno de facto, mientras la población civil se sumaba con valor a la resistencia.

La intervención militar de Estados Unidos, bajo el argumento de evitar una supuesta amenaza comunista, marcó un punto de inflexión en el conflicto, frustrando parcialmente las aspiraciones populares. Aun así, la gesta dejó una huella indeleble en la historia dominicana como un símbolo de dignidad y lucha por la soberanía.

Exactamente 19 años después, otra fecha marcaría con fuego la conciencia nacional. El 24 de abril de 1984, en medio de una profunda crisis económica y tras la aplicación de medidas impopulares recomendadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), estallaron protestas masivas en todo el país. La población, empobrecida y agobiada por el alza en los precios de los principales alimentos, el transporte y los servicios básicos, salió a las calles a exigir cambios.

La respuesta del gobierno fue una represión violenta. Se estima que más de un centenar de personas perdieron la vida, en su mayoría jóvenes de barrios marginados. La jornada dejó un doloroso recuerdo de cómo la desconexión entre el poder político y las necesidades del pueblo puede desembocar en tragedia.

A más de medio siglo de la gesta del 65 y cuatro décadas del 84, la República Dominicana vive una etapa diferente, marcada por la estabilidad institucional, pero también por persistentes desigualdades sociales, corrupción y desconfianza en los sistemas de justicia y representación política.

Abril, entonces, se convierte no solo en un mes para recordar, sino en un tiempo para pensar. Pensar en cómo honrar el sacrificio de quienes lucharon por la democracia, y en cómo construir una sociedad más justa, equitativa y participativa.

Hoy más que nunca, el país necesita recuperar ese espíritu combativo y solidario de su historia reciente, no con violencia, sino con compromiso cívico y acción ciudadana. Escribí acción, no participación.

Termino con un pensamiento del patricio Juan Pablo Duarte y Díez:

“Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y ser unidos. Y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, al veros libres, felices, independientes y tranquilos”.

Por Daniel Rodríguez González

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