Paciencia y calma en los momentos difíciles

En el diario vivir de las parejas se presentan situaciones, tan estresantes, que de no ponerse una el traje de sinvergüenza, nos volveríamos locas.

A raíz de una situación que sucedió en nuestro hogar, un domingo cualquiera, que generó un conflicto muy intenso, juré ante todos los santos, habidos y por haber, que jamás abriría una laptop, para asuntos de trabajo, un día no laborable.

Antes de ser psicóloga, estudié contabilidad, y durante muchos años trabajé como contadora en diferentes lugares, lo que me faculta para llevar el control de todos los pagos de nuestra casa, pero como el diablo es sucio, ese domingo, no encontraba el documento correspondiente al pago del seguro de nuestra vivienda.  Cuando por fin lo hallé, en una gaveta, no tenía anexo el último recibo de pago.

Ya casi al borde de la locura y con las lágrimas, como decía mi difunta madre: “en los veriles de los ojos,” después de escuchar a mi marido decirme varias veces, que esto no se justificaba porque yo era una contadora profesional, y antes de que la sangre llegara al río, encendí mi laptop y, de inmediato, localicé la carpeta con el susodicho recibo, motivo de la discordia.

Después de resuelta la situación, parece que la laptop, decidió tomar venganza para que no la molestaran ese día. Se apagó, y solo logré encenderla cuando a ella le dio su gana.

Ya más relajada, cogí para la cocina para finalizar el almuerzo. Procedí a encender el microondas e introducir un alimento que necesitaba descongelar, intenté darle ocho minutos. Este se negó, luego de varios intentos, me di cuenta de que el microondas solo funcionaba cuando se programaba el temporizador del uno hasta el cinco.

Al borde de la histeria, como loca, empecé a llamar a mi pobre marido, que estaba en la sala trabajando en su computadora. ¿Le pedía que viniera a ver qué rayos le estaba pasando a ese aparato?

El, con toda la parsimonia que le caracteriza, se me acercó, preguntó que pasaba, y cuando yo, toda agitada, le expliqué la situación, su actitud fue tan sosegada como eficaz, cuando me preguntó:

Epifania, ¿cuántos minutos necesitas para lo que tienes que descongelar?

Yo respondí que ocho minutos, entonces me preguntó: ¿hasta cuántos minutos te permite digitar el microondas?

Respondí que hasta cinco minutos.

Su respuesta me dejó helada, muda:

Cuando me dijo, de forma desenfadada, “digítale cinco minutos, y luego, le digitas tres,” y procedió a retirarse del escenario con la misma paciencia con la cual se me acercó.

Pasado cierto tiempo, el episodio me provocó mucha risa, y no pude más que felicitarlo por esa salida tan oportuna. ¡Bien por él!

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

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