China y EEUU rivalidad que define la geopolítica del siglo XXI

La historia contemporánea no puede comprenderse sin observar la dinámica tensa, compleja y estratégica entre las dos mayores potencias globales: Estados Unidos y China. Su rivalidad trasciende lo económico y militar, y se ha convertido en el eje de la geopolítica mundial, marcando alianzas, conflictos, acuerdos comerciales y disputas tecnológicas.

Mientras Estados Unidos, mantiene su posición como potencia hegemónica tradicional, con una red de alianzas globales, instituciones multilaterales a su favor y una presencia militar sin precedentes, China ha emergido en las últimas décadas como un actor con ambiciones de liderazgo global, respaldada por una economía en expansión, inversiones estratégicas y una creciente influencia diplomática.

Desde la década del 2000, ambos países han sido interdependientes en materia comercial. China es uno de los principales tenedores de deuda estadounidense y a la vez, el mayor socio comercial de decenas de países, incluyendo Latinoamérica. Sin embargo, desde la administración Trump y con continuidad bajo Biden, EE.UU. ha endurecido su política hacia China, especialmente en lo relativo a propiedad intelectual, subsidios industriales y tecnología.

“La guerra tecnológica entre China y EE.UU., especialmente en áreas como los semiconductores, la inteligencia artificial y las telecomunicaciones, representa la nueva cara del conflicto geopolítico”, señala Fareed Zakaria, analista internacional de CNN y The Washington Post.

El Indo-Pacífico es el principal escenario de la confrontación militar y diplomática. China ha reforzado su presencia en el mar de China Meridional, mientras promueve la iniciativa “Una Franja, Una Ruta” (BRI), con la que ha financiado infraestructura en Asia, África, Europa y América Latina.

Estados Unidos, por su parte, ha consolidado alianzas con Japón, Corea del Sur, India y Australia, a través del mecanismo QUAD, y refuerza su presencia en Taiwán, una isla que Pekín considera parte de su territorio.

Ambos países también compiten por ganar influencia diplomática en África, América Latina y el sudeste asiático. Mientras Washington enfatiza valores democráticos, derechos humanos y gobernabilidad, China propone un modelo de desarrollo pragmático sin condiciones políticas, lo cual resulta atractivo para muchos gobiernos.

Al mismo tiempo, ambos países intercambian sanciones y restricciones económicas, aunque mantienen abiertos canales de diálogo para evitar un deterioro irreversible de la relación.

La rivalidad entre estas dos superpotencias afecta a todo el planeta. Desde la regulación del comercio global hasta las decisiones sobre cambio climático y seguridad digital, el orden internacional actual se encuentra en una fase de reconfiguración. Países intermedios como Brasil, México, Sudáfrica, Turquía o Indonesia buscan equilibrar relaciones sin alinearse totalmente.

En este contexto, organismos multilaterales como la ONU, la OMC y el G20 se ven desafiados a adaptarse a un mundo multipolar, donde las reglas se negocian constantemente entre fuerzas divergentes.

La relación entre China y Estados Unidos no es simplemente de confrontación, sino de competencia estructural entre dos visiones del mundo. El desenlace de esta tensión marcará el rumbo de la diplomacia, el comercio y la estabilidad global en las próximas décadas. Lo que está en juego no es solo el liderazgo global, sino el modelo de futuro que prevalecerá en un mundo cada vez más interdependiente y convulso.

Por Luis Ramón López

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