Moca y el grito de la dignidad del 2 de mayo de 1861

El 2 de mayo de 1861, no es solo una fecha; es un símbolo de coraje, resistencia y amor patrio. En Moca, un pueblo del Cibao con arraigadas tradiciones de lucha, se gestó uno de los primeros alzamientos armados contra la anexión de la República Dominicana a España, decretada por Pedro Santana el 18 de marzo del mismo año, y el cual ocurrió apenas 45 días después del cobarde acto anexionista, la madrugada de la patriótica fecha.

Este levantamiento, aunque sofocado rápidamente, marcó el inicio del camino hacia la Guerra de la Restauración. Hoy 164 años después, debemos mirar hacia ese episodio no como un simple dato histórico, sino como un espejo que nos obliga a reflexionar sobre el valor de la soberanía y el precio de la dignidad nacional.

Hablar de Moca en la historia dominicana no es un simple ejercicio de nostalgia: es reconocer a un pueblo que ha sido, sin exageración, columna vertebral de las luchas patrióticas, sociales y democráticas del país.

Moca se alzó porque entendía, quizás mejor que otros pueblos en ese momento, que la independencia no era una moneda de cambio para intereses personales ni un capricho político.

Fue en Moca, el 2 de mayo de 1861, donde Cayetano Germosén, José Inocencio Reyes, José María Rodríguez, José Contreras, el adalid intelectual y militar de esa acción revolucionaria y otros valientes dijeron “no” a la traición de los ideales de Duarte, Sánchez y Mella.

Ese “no” fue un acto de insubordinación moral ante una decisión impuesta desde el poder, que desconocía el sentir del pueblo dominicano.

Este grupo de patriotas tomó por asalto el cuartel general de Moa, en la parte céntrica, bajo la consigna ¡Viva la República!, proclamando la restauración de la República Dominicana

¿Y qué nos dice esto hoy, en pleno siglo XXI? Nos recuerda que la soberanía no es negociable, que los pueblos deben ser consultados y respetados. También nos enseña que el amor a la patria no se demuestra con palabras bonitas en los discursos, sino con acciones valientes cuando las circunstancias lo exigen.

En un país donde muchas veces la historia se trata como un accesorio, Moca y el 2 de mayo deben ocupar un lugar central en nuestra memoria colectiva. No solo por lo que ocurrió, sino por lo que representa: la chispa que eventualmente encendería la llama restauradora de 1863.

Reivindicar esta fecha es también un acto de justicia para con aquellos héroes casi anónimos que ofrecieron sus vidas por un principio. Honremos su legado con educación, con conciencia ciudadana y, sobre todo, con el compromiso firme de nunca permitir que nuestra soberanía vuelva a ser puesta en entredicho.

Por Luis Ramón López

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