A rajatabla: La diplomacia del canciller

Se sabe que el jefe de la diplomacia es el presidente de la República, pero en estos tiempos de tanta intensidad en las relaciones internacionales, no solo de carácter bilateral, sino también a través de bloques e instituciones multilaterales, el canciller juega un papel determinante en el rumbo de la política exterior de la nación.

Un mundo globalizado, aun con fuertes oleajes de nacionalismos impulsados por la administración del presidente Donald Trump, la insularidad es letra muerta en términos de diplomacia, política y comercio. Dicho de otra manera, un Estado como el dominicano no debería privilegiar la bilateralidad, sino la multilateralidad.

Hay situaciones sobre las cuales es difícil escapar de los entornos imperiales, porque en esos escenarios la desobediencia representa costos políticos y económicos muy altos, como por ejemplo los escenarios de relaciones con China y Venezuela.

La diplomática dominicana supo aprovechar situaciones y momentos alineados con el sentido de oportunidad para restablecer relaciones con Cuba, Rusia y China, así como alinearse con corrientes progresistas de América Latina, encarnadas en su momento por Brasil, Argentina, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

En esa ofensiva diplomática no se llegó al extremo de comprometer al gentilicio nacional en anaqueles regionales marcados por alambradas ideológicas, pero se lograron créditos concesionarios en suministro de petróleo y solidaridad o neutralidad cuando el país fue acosado por grandes metrópolis con el caso de Haití.

He dicho en otras oportunidades que el PRM, hoy en el poder, es una derivación del PRD, por consiguiente, de raíces liberales y de visión multilateralita, como lo demuestra la vinculación de sus líderes con la Internacional Socialista y la Confederación de Partidos de América Latina (Coppal).

Aunque el doctor Peña Gómez planteó la necesidad de cultivar relaciones políticas con el liderazgo de Estados Unidos que definió como “liberales de Washington”, también promovió nexos con gobiernos progresistas de América Latina, Europa, Asia y África.

Me preocupa el tinte conservador que la Cancillería impregna a la política exterior,, matizado por iniciativas diplomáticas que han debido ser mejor encaminadas por aquello de las enaguas al sol, todas las cuales se alejan del multilateralismo y se alinean en la incondicionalidad de la geopolítica.

El Gobierno impulsa un programa de expansión de las exportaciones para lo cual el ministerio de Exteriores reclama a diplomáticos y cónsules cuotas de diligencias y negocios en los países donde ejerzan misión, razón suficiente para promover amplitud en el servicio exterior.

El canciller Roberto Martinez no está ajeno al hecho de que la administración de Trump termina el 20 de enero de 2021 y que Joe Biden tiene concepciones muy diferentes a las de su antecesor. Yo en su caso evitaría violentos virajes a la derecha.

Por: Orión Mejía (orion_mejia@hotmail.com)

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