Sergio Vargas…mi respeto para ti

Negrito de Villa, como se le suele llamar en muchas ocasiones, realmente confieso que hoy, sentí lo que en ocasiones llamamos, vergüenza ajena.

Sentí pena de que, a mis años, y con la gran cantidad de programas que transmiten entrevistas cursis en este país, haya tenido que conocer su vida a través de un programa que se llama, “Se dice de mí”, de Caracol Tv, Colombia.

En muchas ocasiones, bendigo mi condición de madrugadora, pues gracias a eso, pude conocer lo triste y llena de miseria que fue su infancia. Realizó trabajos muy duros, tales como: cargar agua, cortar caña, y trabajar en un ingenio.

Con mis lágrimas como testigo, pude oírle contar cómo perdió a su madre, una mujer alegre y llena de vida, a la cual hubo que llevar a un hospital de precarias condiciones, debido a una enfermedad.

Era alérgica a la penicilina, tan pronto la ingresaron, ella lo dijo, pero no se tomaron las precauciones de lugar y murió, dejándolos a él y a sus hermanos, sumidos en la más grande de las tristezas, pero gracias a Dios, más adelante, su padre se casó nueva vez, con una excelente mujer, a la que Sergio cataloga, como la última madrastra del mundo, porque para él como esa no hay otra. Ella los acogió como si fueran sus hijos.

Según afirmó un hermano en la entrevista, él nunca cantaba en la casa, fue un profesor que se dio cuenta, y lo obligó a hacerlo en el curso, provocando gran admiración entre sus compañeros.

Ganó el segundo lugar en un festival de la voz, dirigido por Yaqui Núñez del Risco. Fue para él un gran sueño cuando conoció al maestro Wilfrido Vargas y bajo su dirección formó parte de la orquesta “Los hijos del rey”. La canción que lo lanzó a la fama fue, “La quiero a morir”, de Francis Cabrel.

Si de algo se arrepiente en su vida, es de haberse divorciado sin tener la madurez necesaria. Afirmó tener 10 hijos, con los cuales mantiene una relación basada el amor. El mayor tiene 33 años.

Sufrió mucho la pérdida de su padre, producto de un cáncer de colon.

En esta entrevista pude conocer a un ser humano diferente, que tiene como una de sus peticiones a Dios, volver a amar, porque no quiere morir solo, y también pude encontrar el motivo por el cual, siempre he percibido algo de tristeza en su exquisita y diferente voz.

Me siento sumamente afortunada por haber tenido la oportunidad de conocer tantas cosas deprimentes, pero aleccionadoras, de este, nuestro negrito de siempre, nuestro negrito de Villa.

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

*La autora es psicóloga clínica

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